18 de agosto de 1928, Cúcuta – 3 de agosto de 1964, Los Patios
ESCRITO EN LA HOJA DE UNA ESPADA
Destino es trazar paz adonde gime el pecho
Crucé la vida hasta la empuñadura:
me emparedaron por reliquia, estar escrita:
la estirpe ha muerto y yo me conmemoro.
Todo se va cayendo, todo es piedra,
molino que cambia aire por harina
como el hombre es igual a lo que anhela.
Todo se va cayendo, todo es plomo
que cae ceniciento por la piel.
Y todo va cayendo al miedo. Alguien
usa la voz como perfume: cae
sobre su sombra y la destruye, cae
envuelto de pasión sobre sus pasos:
los borra, los sepulta, los camina.
Todo se va cayendo, todo es sueño:
la luz para encenderla tiene un nombre,
otro para apagarla. Todo es sueño.
Alguien se fue quitando días, poco
a poco, hasta quedar sin años, para
meterse en tierra y embozarse en ella.
DIBUJANDO LA FIEBRE
Algo bulle en mí: muy hondo siento el fuego
que no es luz, que no es voz, que no es el sueño.
pero es más tú, más yo, mucho más fuerte
que hacer de uno mismo o que morir
de ti, de mí, de aquello que hemos sido.
Esto no sé lo que es. Te digo, amor,
no sé qué pueda ser: Mírame tú
aunque no me oigas ni me veas, dime
si ha llegado el final, si la campana
acaba con la torre o con la aldea
cuando suena. Yo, amor, de tanto amarte
ya tengo el pecho rojo. Es el silencio
esta tarde de otoño. El movimiento
viene de aquí, de allí, de no sé dónde.
Cuántos pájaros negros en mis ojos
dibujando la sombra, pero el mundo
mantiene luminosas costas, sitios
por donde no he pasado y quedan lejos.
Amor, dame la mano, ven, me siento
tan solo, detenido entre mi cuerpo
y no puedo salir. Yo quiero decirte
que no tengo la culpa, que es de fuera,
de adentro, que mis pies se agrandan para
que pueda mantener el corazón.
El fuego es muy profundo, amor, lo es mucho:
es la vida, la muerte, la conciencia.
LA VIDA COTIDIANA
Hoy comienzo el día de ayer
con palabras y con deseos;
ya los zapatos tienen polvo
de mañana sin excepción
los actos se me vuelven huellas.
Vemos al ciervo y hasta a veces
llega a beber en nuestras manos,
pero la sed se le hace vieja
como un abuelo entre los labios.
Somos del hoy, mas lo que hacemos
pertenece al pasado, somos
la fuente que se queda: el agua,
quiero decir la vida, pasa.
A mi oído llegan las voces
que mañana diré, mañana:
la suerte mía de callar
con la palabra de otro día.
Si se lanzara el sueño al aire
como unos brazos, sí una red
-del ayer a lo que seremos-
nos circundara! Pero todo,
todo lo que hago es ya pasado.
Ahora yo que soy recuerdo
me miro adentro y huelo a solo,
y muy vagamente distingo
el abuelo que está en mi rostro.
EL VIENTO DE MI PATRIA
Homenaje a Aurelio Arturo
I
Es hermoso, sobre todos los árboles, el viento.
Y si se baja del páramo es muy bueno
desgajar las piñuelas, escuchar los bosques
y el tajo lejano que desgarra la madera.
Porque el aire es todo el futuro.
Viene el potro por el filo de la loma
con el crepúsculo en las crines; baja el cielo
hasta sus fauces donde hay niebla por la tarde.
El viento, lleno de árboles y de flores silvestres.
Por entre las hojas pasa la claridad.
Inmóvil, en derredor de las ovejas, la bronca voz
vigilante del gañán. Allá un helecho
curva su espada sobre el suelo
y abre un manantial de sombra.
A mediodía el aire es agua que pasa:
beben allí los pastos, los surcos maduros
y ciñe con ondas flexibles al jinete
que lanza la cuerda para enlazar la tarde.
A través de los sueños se nos va la mirada
hasta la casa de puertas con olor a pino;
la abuela tiñe lana con color de musgo,
trenza tiempo en la manta y la remata
con barbas, también como el musgo.
Todo está en orden dentro de la tarde
porque viene la sombra envuelta en viento,
pasa silenciosa por la piel de los ganados
y el arado es una estrella que se hunde en la tierra.
Ata la sombra los cuerpos al presente,
los unce al tiempo mientras la vida,
y como la sombra del caballo es viento,
es más larga la sombra en la cola del caballo.
II
Teníamos, porque se hablaba de la escarcha,
mucho viento para recorrer. Atisbamos desde el horizonte
el ancho verdor de las laderas que a esa hora
se echaba a andar bajo el sol de los venados.
Habíamos cruzado ya el resto de la noche
(la noche tenía ojos de animales mansos)
y nos aprestábamos para la madrugada
cuando se oyó el relincho del potro del alba.
No hicimos sino encontrarnos con los ojos abiertos
y con el día claro que venía de las montañas.
Rebosante de leche la ubre de las vacas
celebramos la luz oyendo a los segadores
y el galope del corcel del jinete del viento.
Hemos envuelto recuerdos con la misma tierra
que nutre los maizales, con el mismo lenguaje
de todos los días, con el mismo itinerario del pueblo
y del viento, que como la vida, marcha adelante.
Esto es el amor: llevar en la sangre
el impulso inefable de otra sangre,
buscarse el corazón dentro del pecho
y no encontrarlo hasta palpar su frente,
padecer la ansiedad de ser en otro
como grano de trigo germinando,
es trasladar el mar hasta sus ojos
y sumergirse en ellos hasta el alma,
sentir la eternidad entre las manos
al descubrir a Dios en su mirada,
árbol del bien que las horas traspasa.
Esto es amor: ser uno proyectado.