Eduardo Cote Lamus

 

Eduardo Cote lamus

18 de agosto de 1928, Cúcuta – 3 de agosto de 1964, Los Patios

 

ESCRITO EN LA HOJA DE UNA ESPADA

 

Destino es trazar paz adonde gime el pecho

Crucé la vida hasta la empuñadura:

me emparedaron por reliquia, estar escrita:

la estirpe ha muerto y yo me conmemoro.

 

EL  VÉRTIGO

Todo se va cayendo, todo es piedra,

molino que cambia aire por harina

como el hombre es igual a lo que anhela.

Todo se va cayendo, todo es plomo

que cae ceniciento por la piel.

Y todo va cayendo al miedo. Alguien

usa la voz como perfume: cae

sobre su sombra y la destruye, cae

envuelto de pasión sobre sus pasos:

los borra, los sepulta, los camina.

 

Todo se va cayendo, todo es sueño:

la luz para encenderla tiene un nombre,

otro para apagarla.  Todo es sueño.

Alguien se fue quitando días, poco

a poco, hasta quedar sin años, para

meterse en tierra y embozarse en ella.

 

 DIBUJANDO LA FIEBRE

 

Algo bulle en mí: muy hondo siento el fuego

que no es luz, que no es voz, que no es el sueño.

pero es más tú, más yo, mucho más fuerte

que hacer de uno mismo o que morir

de ti, de mí, de aquello que hemos sido.

Esto no sé lo que es. Te digo, amor,

no sé qué pueda ser: Mírame tú

aunque no me oigas ni me veas, dime

si ha llegado el final, si la campana

acaba con la torre o con la aldea

cuando suena. Yo, amor, de tanto amarte

ya tengo el pecho rojo.  Es el silencio

esta tarde de otoño.  El movimiento

viene de aquí, de allí, de no sé dónde.

 

Cuántos pájaros negros en mis ojos

dibujando la sombra, pero el mundo

mantiene luminosas costas, sitios

por donde no he pasado y quedan lejos.

Amor, dame la mano, ven, me siento

tan solo, detenido entre mi cuerpo

y no puedo salir.  Yo quiero decirte

que no tengo la culpa, que es de fuera,

de adentro, que mis pies se agrandan para

que pueda mantener el corazón.

El fuego es muy profundo, amor, lo es mucho:

es la vida, la muerte, la conciencia.

 

LA VIDA COTIDIANA

 

Hoy comienzo el día de ayer

con palabras y con deseos;

ya los zapatos tienen polvo

de mañana sin excepción

los actos se me vuelven huellas.

 

Vemos al ciervo y hasta a veces

llega a beber en nuestras manos,

pero la sed se le hace vieja

como un abuelo entre los labios.

 

Somos del hoy, mas lo que hacemos

pertenece al pasado, somos

la fuente que se queda:  el agua,

quiero decir la vida, pasa.

 

A mi oído llegan las voces

que mañana diré, mañana:

la suerte mía de callar

con la palabra de otro día.

 

Si se lanzara el sueño al aire

como unos brazos, sí una red

-del ayer a lo que seremos-

nos circundara! Pero todo,

todo lo que hago es ya pasado.

 

Ahora yo que soy recuerdo

me miro adentro y huelo a solo,

y muy vagamente distingo

el abuelo que está en mi rostro.

 

 

EL VIENTO DE MI PATRIA

Homenaje a Aurelio Arturo

 

I

Es hermoso, sobre todos los árboles, el viento.

Y si se baja del páramo es muy bueno

desgajar las piñuelas, escuchar los bosques

y el tajo lejano que desgarra la madera.

 

Porque el aire es todo el futuro.

Viene el potro por el filo de la loma

con el crepúsculo en las crines; baja el cielo

hasta sus fauces donde hay niebla por la tarde.

El viento, lleno de árboles y de flores silvestres.

 

Por entre las hojas pasa la claridad.

Inmóvil, en derredor de las ovejas, la bronca voz

vigilante del gañán. Allá un helecho

curva su espada sobre el suelo

y abre un manantial de sombra.

 

A mediodía el aire es agua que pasa:

beben allí los pastos, los surcos maduros

y ciñe con ondas flexibles al jinete

que lanza la cuerda para enlazar la tarde.

 

A través de los sueños se nos va la mirada

hasta la casa  de puertas con olor a pino;

la abuela tiñe lana con color de musgo,

trenza tiempo en la manta y la remata

con barbas, también como el musgo.

 

Todo está en orden dentro de la tarde

porque viene la sombra envuelta en viento,

pasa silenciosa por la piel de los ganados

y el arado es una estrella que se hunde en la tierra.

 

Ata la sombra los cuerpos al presente,

los unce al tiempo mientras la vida,

y como la sombra del caballo es viento,

es más larga la sombra en la cola del caballo.

 

II

 

Teníamos, porque se hablaba de la escarcha,

mucho viento para recorrer. Atisbamos desde el horizonte

el ancho verdor de las laderas que a esa hora

se echaba a andar bajo el sol de los venados.

 

Habíamos cruzado ya el resto de la noche

(la noche tenía ojos de animales mansos)

y nos aprestábamos para la madrugada

cuando se oyó el relincho del potro del alba.

 

No hicimos sino encontrarnos con los ojos abiertos

y con el día claro que venía de las montañas.

Rebosante de leche la ubre de las vacas

celebramos la luz oyendo a los segadores

y el galope del corcel del jinete del viento.

 

Hemos envuelto recuerdos con la misma tierra

que nutre los maizales, con el mismo lenguaje

de todos los días, con el mismo itinerario del pueblo

y del viento, que como la vida, marcha adelante.

 

 ESTO ES AMOR

Esto es el amor: llevar en la sangre

el impulso inefable de otra sangre,

buscarse el corazón dentro del pecho

y no encontrarlo hasta palpar su frente,

padecer la ansiedad de ser en otro

como grano de trigo germinando,

es trasladar el mar hasta sus ojos

y sumergirse en ellos hasta el alma,

sentir la eternidad entre las manos

al descubrir a Dios en su mirada,

árbol del  bien que las horas traspasa.

Esto es amor: ser uno proyectado.