
Cali, en 1905 – 1978
Manso temblor de arcana lejanía
que intuye la visión de la hermosura.
Firme temblor transido de ternura
por la espada sutil de la alegría.
En el cansado límite del día
Alza el lucero la plegaria pura.
¡Desgarrado temblor de la pavura!
¡Pena mayor la de la pena mía!
Raíz de la candela silenciosa,
Pulso del estrellado firmamento,
Alta razón del pájaro y la rosa.
Agua y sangre vertidas del Costado.
Ya me sostiene sólo el alimento
Del encendido Pan transfigurado.
Abierta la inocente mariposa
al aire nuevo infunde su armonía.
El sol monta de pájaros del día
y sube los caminos de la rosa.
Esplende el universo de cada cosa.
Oye el Ser en la voz su melodía
y rueda por el campo la alegría
de la primer mañana jubilosa.
Está el cielo tan claro y tan medido
que si una leve niña lo quisiera
se quedara en el agua detenido.
¡Oh divino callar que me procuras
la voz sin voz que el ángel entreviera,
Los ojos simples y la manos puras!
ENTREGA DEL AMADO
El seráfico anhelo me encadena
a tu invisible llama de hermosura
y entre la brisa del silencio, pura,
toma sus leves formas la azucena.
Mis plantas dora la celeste arena
y la noche se ciñe a mi cintura.
Ya el lucero en mis manos apresura
El ansia de la nave y de la pena.
A la miel estrellada del rocío
Abre mi corazón su asombro vano
y su misterio de enterrado río.
¡Apresúrate noche enamorada
en que junta mi mano con su mano
me entregue su belleza inmaculada!
CANCIÓN DE OLVIDO
El encendido tiempo vuela
entre la niebla de las cosas
y de la tarde nos consuela
con el ejemplo de las rosas.
Pasa la rosa del momento,
huyen los ríos, pasan las penas
y del aroma de tu aliento
un vago efluvio queda apenas.
Vuelve el trémulo amor florido
Y la herida se cierra en un día
y después del primer olvido
es más honda la poesía.
Jamás pensé encontrar la boca
que me enseñó que no son vanos
los besos y la entrega loca
y el silencio en que arden las manos.
El corazón era una lira
y su rumor era el del mar
Todavía cuando suspira
se oyen las olas evolucionar.
Tu voz de fábula decía
que la belleza nunca es vana
y que si pasa el claro día
queda en la estrella de la mañana.
Dulce es amar cuando se olvida
el otro amor desventurado,
cuando al abrirse nueva herida
hay otra sombra que ha pasado.
Mas hasta el lirio es polvo vano.
Sólo el amor es boca ilesa:
¡si una rosa muere en la mano
hay otra boca que nos besa!